A Jorge Antonio Vivaldo le llegó el peor de los momentos. El de decidir que no estaba en sus manos, el destino del equipo y que su discurso no impactaba en la moral de sus jugadores. El fuera de foco de la mayoría de los hombres, la falta de resultados y la casi imposibilidad de ganar en Comodoro Rivadavia fueron factores claves para que su salida sea anticipada. En éste momento, donde el descenso ya dejó de ser una amenaza para ser casi la próxima estación, no hay tiempo para lamentos. El Flaco, aún con sus virtudes y un trato respetuoso que no siempre caracterizó a los entrenadores del club, terminó masticando impotencia el día de su despedida, madurada y pensada quizás en el mismo campo de juego donde observó con impotencia que el equipo no respondía a los estímulos básicos. El paso de Vivaldo por la CAI se interrumpió en el peor momento y ya vislumbrando en tiempo presente lo que parecía ser un futuro negro. Roque Drago, su ayudante de campo, tendrá la responsabilidad de dirigir al equipo en el último juego del 2.010 ante Unión de Santa Fe y el ciclo del ex arquero cierra lamentablemente con números en rojo.Un triunfo en 7 partidos resumen lo que significa ganar en el estadio Municipal, una muralla en la que los insultos parecieron ganar la pulseada. Vivaldo nunca la tuvo fácil a pesar de la libertad de trabajar sin condicionamientos por parte de la dirigencia. La confianza quedó demostrada en la propuesta hecha al DT para prorrogar su contrato al márgen de que la campaña distaba de ser la ideal. Tampoco pueden cuestionarse los métodos y las horas que el Flaco le dedicaba a su equipo o que no se hayan ensayado cambios para tratar de torcerle el brazo al destino. La renuncia –previsible al fin- llegó con un efecto recaída, con la sensación de que perder o empatar era lo mismo para los futbolistas que en una aguda autocrítica se sienten “responsables” de tan magra campaña. La actitud no se compra en una farmacia y tampoco existen las ofertas de técnicos valientes que se animen a apagar semejante incendio.
IT
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